La Mafia no es una serie de Netflix. Es un grupo de asesinos que existió de forma muy sangrienta y criminal que convirtió este pueblo de segadores de trigo, en un charco de sangre. No puedo soportar cómo tanta gente lleva camisetas, de las series, pero lo acepto pues es la libertad.
Corleone es conocido como el pueblo italiano desde donde Vito Andolini, el personaje principal de El Padrino, interpretado por Marlon Brando, emigró a Estados Unidos. Aunque el lugar se asocia con la ficción, no fue inventado por Hollywood. Existe y su relación con la mafia todavía persiste.
La ciudad está ubicada en Sicilia, a 542 metros sobre el nivel del mar, y tiene alrededor de 12.000 habitantes. Cada año, turistas fanáticos de los filmes de Francis Ford Coppola, pero también de la naturaleza y la arquitectura, se detienen allí para conocer sus encantos y su historia.
Hay que decir que la actividad delictiva parece formar parte de la cultura de esta localidad. Y sobre todo desde que, una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, los pandilleros sicilianos recobraron su fuerza ya sin Mussolini, y volvieron a tomar el control de la isla.
Entre 1944 y 1948 se contabilizaron 153 asesinatos, y durante los años cincuenta y parte de los sesenta, la violencia aumentó. Empezó a haber muertos casi todos los días. Acribillados en plena calle, o "caídos" por la montaña.
Corleone fue cuna de jefes de la famosa mafia Cosa Nostra, como Michele Navarra, Luciano Leggio, Leoluca Bagarella, Salvatore Riina y Bernardo Provenzano. La presencia de esta red delictiva todavía es una realidad. A tal punto que el Ayuntamiento fue disuelto en agosto de 2016 por el Gobierno italiano por sus vínculos con la mafia.
Por esta razón, no es normal encontrar tiendas de souvenirs o lugares con referencias a la famosa película de Coppola, aunque poco a poco el turismo empieza a tomar relevancia.
El Padrino: les dio a los mafiosos una pátina aristocrática, de pose mitológica, de valores, que no tenían. A ellos les encantó, por cierto, aunque hicieron todo lo posible para que no se rodara, temían que descubriera lo que eran. Pero al mundo le pareció fenomenal y la película hizo algo mucho más que eso: significó la dignificación del perfecto hijo de puta, un individuo que, si se fijan, desde entonces goza de muy buena prensa. Como líder de masas, consejero delegado, entrenador de fútbol, director de periódico, o dictador.