Mi madre cumple 80 años hoy 28 de diciembre del 2021 y llevo once años sin verla. La última vez que la abracé acababa de nacer mi hija y estuvo once meses conmigo, pero sobre todo con ella, con mi niña que para eso sacó sus ojos achinados que tanto me la recuerdan y hacen el rostro de mi hija más dulce de lo que es toda la ternura que me brinda.
Luego, separación, inestabilidad laboral, y libros y libros y más libros que no me hacen rico como para viajar a Japón, ni para volver a traerla, vivo sostenido por una mujer (Joa) que amo y me ama diciéndolo todo en las dos direcciones, con su hombro tatuado de esa isla. Tampoco tengo para volver a Cuba, porque cuentan mis libros algo que no le gusta a esa estructura de arte militar de represión, miedo y obligan a un silencio que yo me resisto.
Hoy mis hermanos en La Habana suplirán mis besos y mi ausencia de silencio con anécdotas comunes y estoy seguramente preparado para asumir esa dicotomía de haberme distanciado de mi familia por darle más importancia a lo que escribo. Sé que sino hubiese firmado una carta en 2001 a favor de los disidentes en Cuba, hubiese tenido posibilidad de haber viajado una vez a La Habana, pero luego no pude resistirme a volver al consulado por la primavera del 2003, luego por Orlando Zapata Tamayo, y cuando abrí mi blog, supe que jamás me daría un permiso para volver a Cuba.
Ya sé que no tengo el valor de otros, yo tengo el valor que es mío solamente, y me ha costado no volver a La Habana, ciudad que le he escrito suficiente desde Barcelona, y creo que he estado muy cerca de ella todos los días de mi vida aunque esa realidad para mi sea tan absurda a nivel político.
Parece que culpo a un país, a la dictadura por no ver a mi madre. Es falso, me culpo a mi por no ser como una gran mayoría que llevan años de perfil con todo lo que pasa en Cuba solo para volver a esas aguas transparentes, sus amigos y la familia. Y parece que toda esa gente es mas responsable que quienes desde que salimos, (yo en 1999) no dejamos respirar a esa dictadura.
A quién no le gusta el día del cumple de su madre estar con ella en La Habana con mi hija, hacernos selfies por el malecón habanero y enseñarle el hospital Maternidad de Línea donde ambos nacimos, mi madre y yo en el Vedado.
Pero sobre todo verlas reír juntas en ese atardecer habanero que es el atardecer de mi infancia, he visto otros atardeceres como los de Menorca o Niza, o Burdeos, o aquel de la Basílica de Miniato del Monte en Firenze, pero solo conocí unos atardeceres mientras tuve infancia y adolescencia en La Habana, los del malecón.
Mami espero que mis hermanos estén a tu lado llenando la sombra en que me he convertido.
Pero ser una sombra no me ha hecho perder la memoria
Ser memoria me ha convertido en lo que soy
y el hecho de no vernos hoy me hace recordar tu vida con una fuerza extraordinaria.
feliz día, tu hijo
Arsenio Rodríguez Quintana
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