¿Cuánto puede costar la reconciliación entre Cuba y Estados Unidos? Las 5.913 empresas estadounidenses que mantienen una demanda oficial contra las expropiaciones tras la llegada de Fidel Castro al poder en 1959 manejan una cifra: más de 7.000 millones de dólares (5.800 millones de euros). Es lo que calculan —con intereses— que les ha costado hasta la fecha las incautaciones. Fue precisamente la nacionalización sin compensación de bienes de empresas estadounidenses lo que detonó el embargo norteamericano a Cuba. Una sanción que dura ya más de 60 años
Compensaciones en efectivo y en especie
Las estadounidenses no fueron las únicas empresas que vieron cómo tras la subida al poder de Fidel Castro el 1 de enero de 1959 se procedía a expropiar y nacionalizar sus intereses en Cuba sin compensación alguna. Aunque en menor escala, también entidades españolas, canadienses o francesas sufrieron el mismo destino. Sus gobiernos, sin embargo, alcanzaron hace años un acuerdo compensatorio, algo que Washington y La Habana tienen todavía pendiente negociar, como parte del proceso para acabar, algún día, con el embargo. En las últimas décadas, Cuba cerró acuerdos compensatorios con países como España, Canadá, Francia, Reino Unido y Suiza.
Fueron sumas globales, bajo los denominados acuerdos lump sum o montos pagados de una sola vez y de forma colectiva al Estado, no a título individual a cada una de las empresas con reclamos. Los pagos además fueron realizados a plazos y, parte de ellos al menos, en especie.
Así fue en el caso de España. El acuerdo, cerrado en marzo de 1988, acordaba una compensación por un total de 5.416 millones de pesetas (32,5 millones de euros) “como liquidación y finiquito por todos los bienes, derechos, acciones e intereses de las personas naturales y jurídicas de nacionalidad española afectadas”, según el convenio publicado en el Boletín Oficial del Estado el 18 de marzo de 1988. Buena parte de la compensación —3.600 millones de pesetas— no fue en efectivo, sino “en especie”. El resto del dinero fue pagado mediante plazos semestrales.
- El Aeropuerto Internacional José Martí, en La Habana, así como la aerolínea Cubana de Aviación, eran propiedad del cubano José López Vilaboy, fueron nacionalizados tras el triunfo de la revolución.
- El muelle de cruceros en el puerto de La Habana, donde atracan actualmente los cruceros turísticos, era propiedad de la familia Behn. Uno de sus herederos, Mickael Behn, de nacionalidad estadounidense, presentó ante un tribunal de EEUU una reclamación certificada por expropiación forzosa en 1960.
- El puerto de Santiago de Cuba, el segundo más importante de la isla, pertenecía a las familias García Bengoechea y Badún y fue confiscado por el Gobierno cubano tras el triunfo de la revolución. Uno de los herederos de la primera familia, Javier García-Bengoechea, demandó en 2017 a una empresa china por un proyecto de construcción en el citado puerto.
- La playa de El Salado, situada al oeste de La Habana, era propiedad de la familia Castillo-Pokorny y en la actualidad alberga proyectos para edificar condominios y campos de golf en asociación con la cadena española Globalia.
- Las playas de Gibara y Yaraguanal, situadas en la provincia de Holguín, fueron antes de su nacionalización propiedad de la familia Sánchez-Hill. Hoy cuentan con oferta hotelera del grupo militar Gaviota, que controla buena parte del estratégico sector del turismo en Cuba; de Blau Costa Verde Beach Resort, de capital español, y Fiesta Americana Holguín Costa Verde.
- La Destilería Santa Cruz del Norte fue expropiada a la familia Carrillo-Albornoz y la cervecera Tropical a la familia Blanco Herrera, fábricas donde hoy el Gobierno cubano elabora, entre otras bebidas alcohólicas, el ron cubano Havana Club.
- La zona especial de desarrollo del Mariel, el proyecto estrella de Cuba para atraer inversión extranjeras, se realiza en terrenos nacionalizados donde las familias Carranza-Bernal, Carbonell-González y Blanco-Rosell poseían ingenios azucarero y de cáñamo.
- El hotel de cinco estrellas plus Manzana Kempinski, gestionado por la cadena suiza Kempinski y ubicado en un lugar privilegiado de La Habana Vieja, era propiedad de la familia Gómez Mena.
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