Escuché mucho jazz y escribí y leí mucho durante el confinamiento. También dí muchas vueltas a la casa para no engordar y ahora estoy gordo, pero sobre todo bailamos mucho con diferentes músicas. Pues en eso consiste lo que soy, bailo en cocina, en salón en el baño y balcones. Lezama me enseñó un apotegma griego único: bailar es encontrar la unidad entre los vivientes y los muertos.
El confinamiento, que en mi libro Notas Escritas de Sant Cugat, lo describí como Prosa y Quarantine, sirvió para que un día bailaramos en el salón Joanna y yo una de las mejores caricias que te entran en el oído. O sea, un bolero que cantan Dono Arango y Carlitos Lage en el disco del último para Universal Music del 2018.
Justo lo escribió en ese año que yo conocí a Joanna, y justo el confinamiento, ya llevábamos más de un año viviendo juntos consolidó la visión de cada uno cada día en la caricia del amor. Ahora escucho este bolero magistral y no soy más que entre dos hojas. Cada uno sabíamos todo los que nos ha pasado, todos los viajes que hemos dado a Francia desde Nice, a París, todos los conciertos juntos de amigos músicos y exposiciones, los boleros buenos sirven para hacer resumen de vida, este y cómo lo bailamos y grabé con una mano al aire, no sabía que iba retratar tanto el momento de caricia que fuimos en plena avalancha de muerte por Covid 19.
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