No tengo mucha afición por el chocolate, solo me gusta cuando lleva otros sabores en sí mismo, o dentro, en helado y no todos, y sin dudas en el rostro de mi niña de pequeña cuando la llevaba a Tio Chè en Poblenou en Barcelona. También cuando se come esta tarta cuando solo tres pasamos un sábado de Netflix, por la escasez de conciertos y reuniones de amigos.
En esta tarta, Joanna le puso Vainilla. Como sé que el chocolate y la vainilla que ayer comi ambos vinieron de América a Europa como yo, me quedo más tranquilo. Que vivo rodeado en un pueblo medieval con productos que no me son ajenos gracias a Colón que trajo, además Canela, tabaco, maíz, ají, frijoles, tomate, calabaza, aguacate, boniato, cacahuetes piña... que aquí no existían.
Colón no trajo a Joanna. Pero también vino de América para hacer de mi otro yo que también estaba en mi, es la magia de tener la piel de chocolate.
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