«En brazos de la mujer madura», de Stephen Vizinczey (1966)
Vizinczey es una especie de enigma literario; En brazos de la mujer madura, una novela inolvidable, y su «Decálogo del escritor», uno de los más brillantes que conozco, pero su otra novela, Un millonario feliz, a pesar de las alabanzas de Graham Greene y Anthony Burgess, resulta bastante convencional y se parece dolorosamente a un best seller.
En brazos de la mujer madura se presenta como las «memorias galantes» de András Vajda, que ya desde la más tierna infancia se siente atraído por las mujeres de mediana edad y parece inspirar en ellas, también, una pasión y una ternura incontrolables. Adolescente apasionado y sensual, pronto se desengaña de las jovencitas y decide dedicar sus dotes de seducción a las mujeres de más de treinta años. La novela es, en realidad, una colección de aventuras amorosas que comienza en Hungría en la Segunda Guerra Mundial y termina en Estados Unidos en los años sesenta. Ha sido llevada al cine varias veces.
«Por debajo de la bata, ahora abierta, abracé su cuerpo caliente. Por fin había llegado a puerto. Sin dejar de besarme, ella retrocedió hacia el dormitorio de la cama deshecha...»
En brazos de la mujer madura, Stephen Vizinczey.
«La lozana andaluza», de Francisco Delicado (1528)
Dos Aldonzas hay en la literatura española: la desconocida labradora sobre la cual fabricó Don Quijote a su Dulcinea, y la Aldonza cordobesa, mujer bellísima, gran cocinera y mejor amante, que será prostituta en Roma y protagoniza la increíble novela, o prenovela, de Francisco Delicado. Descendiente de La Celestina, La lozana no es aún una novela, aunque en su búsqueda de soluciones narrativas, en esa tierra de nadie que precede al Lazarillo, es infinitamente ingeniosa.
Aunque, al parecer, nadie lo leyó en el Siglo de Oro (porque nadie lo menciona), es uno de los libros más singulares y divertidos de la literatura española. La lozana andaluza reproduce con una viveza excepcional el habla coloquial, llena de refranes, bromas, vulgaridades y equívocos. Todos sus personajes son maestros del lenguaje, mezclan los idiomas (el catalán, el italiano) y juegan con las palabras con una fruición y delicia similares a los que obtiene la lozana de sus amantes, y sus amantes de ella.
«Dormido se ha. En mi vida vi mano de mortero tan bien hecha. ¡Qué gordo que es! Y todo parejo.»
La lozana andaluza, Francisco Delicado.
«El erudito de las carcajadas. Jin Ping Mei» (principios del siglo XVII)
¡Cuántos problemas causó a los estudiosos chinos El erudito de las carcajadas! Algunos se empeñaron en demostrar que los pasajes eróticos son un añadido posterior, lo cual no era cierto, y el libro se publicó muchas veces expurgado. ¿Qué hacer con este gran clásico, que es uno de los «cuatro libros extraordinarios» pero está lleno de obscenidad y vulgaridades? Por supuesto, para nosotros las increíbles proezas amatorias de Ximen Qing son uno de los mayores atractivos de esta gran novela de más de dos mil páginas que era la favorita del presidente Mao.
Se trata de una obra enormemente explícita no sólo en sus escenas sexuales, de una franqueza sorprendente, sino también en su retrato del dinero y del papel que juega en la sociedad de fines del siglo XVI. Es este un mundo corrupto y cínico donde todo tiene su precio: los cargos públicos, la salvación, el amor, una viuda. Las descripciones eróticas son al tiempo muy materiales (el escozor es un tema recurrente) y profundamente poéticas.
«La mujer se deshizo de sus vestidos. Ximen Qing la acarició con su mirada y observó que en su pubis no había ni un solo pelo; era claro y fragante...»
El erudito de las carcajadas. Jin Ping Mei.
«Juliette», del marqués de Sade (1801)
Si Rousseau fue el inventor de la «identidad sexual» e identificó el amor a la mujer como un amor a la naturaleza, Sade afirmó que es la fuerza, no el amor, lo que mueve el mundo. No tan célebre como la novela dedicada a su hermana Justine, Juliette o Las prosperidades del vicio (1797) es la narración más extensa de su autor. Dado que todos los moralistas son (necesariamente) inmorales, no deben extrañarnos los subtítulos de ambas obras (el de Justine es, en espejo, Los infortunios de la virtud).
Al igual que Justine, Juliette es una obra fascinante, maravillosamente escrita, delirante, insoportable en su inconcebible acumulación de crímenes sexuales, torturas y asesinatos. La mezcla de salvajismo con un lenguaje maravillosamente refinado y elegante resulta embriagadora.
«‘‘¿No es cierto, ángel mío –dice Clairwill besándome el pecho–, que dos mujeres como nosotras deben entablar amistad excitándose mutuamente?’’ Y la bribona, mientras decía eso, introducía ya su lengua encendida en mi boca...»
Juliette o Las prosperidades del vicio, Marqués de Sade.
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