La prostituta maravillosa que enamoró a poetas y novelistas: Marie Duplessis. La dama de las Camelias.

La dama de las camelias, Marie Duplessis (1824-1847)
Marie Duplessis, de su verdadero nombre Rose-Alphonsine Plessis, (Nonant-le-Pin, Orne, Baja Normandía, 15 de enero de 1824 – París, 3 de febrero de 1847), fue una famosa cortesana francesa, condesa de Perregaux por matrimonio, cuya vida inspiró la novela La dama de las camelias, de Alexandre Dumas (hijo), y la ópera La traviata, del compositor Giuseppe Verdi. Su vida está considerada como uno de los mayores exponentes del llamado Romanticismo francés.

Cuán maravillosa tenía que ser esta mujer que generó una novela espléndida La Dama de las Camelias, que me partió el corazón en mi adolescencia, antes de leer El joven Werther, de  Goethe. 

lphonsine nació en 1824, en Nonant-le-Pin, Orne, hija de Marin Plessis y de Marie-Anne-Michelle Deshayes. Su padre, buhonero, era hijo natural de una prostituta y de un sacerdote que jamás llegó a reconocerle, mientras que su madre descendía directamente del poderoso linaje de los Du Mesnil d’Argentelles, una familia aristócrata, señores de Argentelles y de Mesnil entre otros territorios. El poder de los Du Mesnil d’Argentelles había mermado considerablemente desde principios del S. XVIII, habiendo perdido finalmente su fortuna, sus posesiones y sus títulos durante la Revolución francesa. La abuela de Marie-Anne-Michelle fue la noble dama Anne du Mesnil d’Argentelles. Alphonsine pasó su infancia en su aldea natal junto con su hermana Delphine, rodeadas de miseria y marcadas por el alcoholismo y la violencia de su padre. En 1829 aproximadamente, su madre abandonó el hogar familiar y se marchó a servir como ama de llaves para una amiga de su abuela, Lady Yarborough. Marie-Anne-Michelle no volvería a ver a sus hijas, pues murió un año después, enferma de tuberculosis, en la residencia familiar de los Yarborough a orillas del lago Lemán, en Suiza. Tras la marcha precipitada de su madre, las dos hermanas vivirían con una tía materna, quien al poco tiempo envió de vuelta a Alphonsine con su padre. Éste, según algunos biógrafos, empezó a ofrecerla a algunos hombres a cambio de unas monedas abriéndole la puerta del mundo de la prostitución cuando contaba solamente 12 años.

En 1841 –no ha cumplido dieciocho años– conoce al conde François-Charles-Edouard Perregaux. El encuentro promete un largo verano en la mansión de Bougival, suburbio de moda a trece kilómetros de París, que el conde acaba de regalarle. Pero el estigma de la tuberculosis, el mal obligado del Romanticismo antes de la penicilina, empieza a erosionar los pulmones.

Viaje urgente a Baden-Baden, famoso por sus aguas termales. Y retorno con malas noticias: el conde de Perregaux está al borde de la bancarrota. Imposible afrontar los altos gastos de Marie. Vende la mansión y se muda a Londres. Pero le deja un rumboso título: Marie Du Plessis, condesa de Perregaux…

Es común ver entrar a Alexandre Dumas (padre), Alfred de Musset, Eugène Sue, Charles Dickens, que le otorgan un nuevo título: “La Divina Marie”. Qué menos para una dama que gasta 200 mil francos oro por año, pasea en un cupé azul tirado por caballos pura sangre por el Bois de Boulogne, come en la célebre Maison Dorée, y ocupa los mejores palcos de los teatros con un ramo de camelias blancas –las más delicadas de la especie– entre las manos…

Pero algo más sucede en 1844, mes de septiembre. Conoce al escritor Alexandre Dumas (hijo), hijo natural de Alexandre Dumas y la costurera Marie-Catherine Labay. Su padre lo reconoció legalmente, lo separó de su madre (las leyes lo permitían), y le pagó la mejor educación posible. La soledad y la agonía de su madre le inspiraron su novela El Hijo Natural (1858), en la que expone una teoría moral: quien trae al mundo un hijo ilegítimo esta obligado a reconocerlo y casarse con la madre. Murió el 27 de noviembre de 1895, a sus 71 años, y dejó doce novelas y varias obras teatrales.

Su relación con Marie no llegó a cumplir un año: apasionada, pero enferma de reproches y celos. Que él terminó con esta carta: “No soy lo bastante rico para amarte como quisiera ni lo suficiente pobre para ser amado como quisieras tú. Olvidemos todo. Adiós. Tienes demasiado corazón como para no entender el motivo de mi carta, y demasiada inteligencia como para no perdonarme. Mil recuerdos. 30 de agosto, a medianoche.”
La tuberculosis la arrancó del mundo a las once de la noche del tres de febrero de 1847 en su piso del Boulevard de la Madeleine 11 (hoy 15). La amortajó su sirvienta. La veló su protector, el conde ruso Gustav von Stackelberg, que en las últimas semanas no abandonó la cabecera de la cama.

El funeral, dos días después, en la Iglesia de la Madeleine, y a los diez días, tumba y lápida definitivas en el Cementerio de Montmartre. Lápida lacónica si las hay: “Ici Repose ALPHONSINE PLESSIS Née le 15 Janvier 1824”.



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